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El programa de atención a víctimas que viven con su maltratador ha ayudado a 89 mujeres

| -k bidalia webmaster2 | Esteka iraunkorrak | Violencia de Género

Fuente: deia

Existen muchas víctimas que, tras denuncias y estancias en centros de acogida, regresan con su agresor.
No es fácil salir del infierno de los malos tratos; muchas mujeres ni siquiera son conscientes de que están siendo maltratadas y las que lo saben, intentan muchas veces justificar a agresor o pensar que va a cambiar. "Eres consciente de que lo que te está pasando no es normal, pero te acostumbras. No sé por qué no reaccionas, quizá porque no estés preparada. No es fácil dar el paso". Lo dicen las propias víctimas. Muchas arrastran un largo historial de denuncias, órdenes de alejamiento y periodos en centros de acogida, para terminar una y otra vez al lado de su agresor. Por eso, hace ya tres años, la Diputación puso en marcha un programa dirigido a las mujeres víctimas de malos tratos que siguen conviviendo con su maltratador o corren riesgo de volver con él.

En los tres años que lleva en marcha, este programa ha atendido a 89 mujeres, con una media de medio centenar al año. Y un balance más que satisfactorio; la mayoría de ellas ha dado el paso final de separarse de su agresor y emprender una vida mejor. "La valoración es muy positiva, porque un porcentaje altísimo de mujeres que han acudido al programa han conseguido tener una vida independiente y apartarse del agresor, tanto ellas como sus hijos e hijas", afirma Lola Menchaca, directora del servicio de Mujer y Familia.

En el servicio de Mujer y Familia veían cómo multitud de mujeres, después de haber interpuesto denuncias, gozar de órdenes de protección e incluso pasar por centros de acogida, volvían con su pareja maltratadora. "Había muchas idas y venidas, órdenes de protección que ellas mismas quebrantaban...", explica Menchaca. Por eso, -junto a otros recursos como la atención psicológica o los centros de acogida-, decidieron poner en marcha este programa, que fue pionero a nivel del Estado.

"Por muchos apoyos y ayudas que se les ofrezca, no tienen recursos para emprender una vida autónoma. Además de la vivienda, que es lo principal, o los recursos económicos, a nivel interno no están preparadas para dar ese paso: tienen una gran dependencia emocional, una autoestima bajísima...", explica la psicóloga del programa, Mariví Cubillas. De hecho, dos tercios de las mujeres atendidas el año pasado contaban con ingresos propios -la mayoría procedentes de trabajos- y más de la mitad tenía una vivienda en propiedad. No es fácil salir del infierno de los malos tratos; prueba de ello es que actualmente las intervenciones se prolongan entre año y medio, y dos años, cuando en un principio estaba previsto una duración media de nueve meses.

Por decisión propia A diferencia de otros recursos de ayuda, la separación no es condición sine qua non para participar en el programa, ni se las presiona en este sentido. El mensaje que se les lanza es otro: sabemos que estás conviviendo con él, sabemos que en este momento es tu decisión y la respetamos el tiempo que haga falta, pero te vamos a ayudar a que entiendas que puede haber otra situación en la que tú te encuentres más feliz y más fuerte. "Tienen que ser ellas las que den el paso, y lo hagan convencidas. Las protagonistas de su vida y de su intervención son ellas; cuando tú tomas una decisión siendo consciente de lo que estás haciendo y por qué, es muy difícil dar marcha atrás. Es preferible esperar para dar ese paso, pero estáte segura de querer darlo", asegura Cubillas. El principal objetivo de este programa es precisamente ése: lograr que estas mujeres se vean capaces de emprender una vida mejor, libre de agresiones y violencia. Pero siendo ellas las propias víctimas las que elijan el momento para dar ese paso. Algo que, desgraciadamente y en vista de la casuística, pasa irremediablemente por emprender una vida autónoma y separada de su agresor. "Vemos que, si no, la violencia no cesa", advierte Cubillas. "Se dan cuenta de que para tener una vida mejor necesitan separarse, que lo que les está haciendo tener una calidad de vida ínfima es esa violencia que sufren a todos los niveles", explica la responsable del programa, Elda Uribelarrea.

Las mujeres llegan derivadas desde otros servicios de ayuda a las víctimas de malos tratos, como los centros de acogida, el programa de ayuda psicológica o los servicios sociales de base. Y lo hacen conscientes de que están siendo maltratadas. "El problema es que normalmente justifican al agresor. Tenemos que hacer un trabajo de toma de conciencia para que ella vaya viendo que realmente eso que está sufriendo es un maltrato y es continuado. Es un proceso largo, en el que intentamos que ella vaya tomando las decisiones que tome oportunas para mejorar sus condiciones de vida", explica Uribelarrea.

Ese proceso de apoyo y acompañamiento consta de tres fases: una primera toma de acogida, en la que realiza una valoración y un diagnóstico de la situación, y un proyecto educativo individual en la que participa la propia mujer. "Ella también decida qué quiere conseguir en ese tiempo". Le sigue la puesta en marcha de ese plan y en la fase de despedida, cuando se han logrado ya los objetivos que se habían marcado, "se va distanciando la intervención".

Para todo ello se reúnen con las mujer una vez a la semana, de forma individual. El programa se centra en aspectos tanto psicológicos como educativos; los primeros, para reparar los daños psicológicos provocados por su situación de maltrato. A nivel educativo, se persigue que la mujer tome conciencia de su situación de maltrato. "Muchas veces ni siquiera tienen claro que lo que están sufriendo es una agresión", advierte Elda. También necesitan fortalecer la autoestima y las habilidades sociales. "No porque no las tengan, sino porque creen que no son capaces de hacerlo. Es una toma de conciencia de que ella puede hacerlo". Las educadoras echan mano de herramientas que van desde la reflexión personal a dinámicas de relajación, "para que sepan, en momentos de estrés, respirar y separarse de la situación".

El nivel de éxito es alto. Las mujeres que abandonan el programa son pocas, muy pocas -6 sobre un total de 56 el año pasado- y los motivos, muy diversos; "desde irse a vivir a otra parte, por ejemplo, a considerar que no es el momento o que no tienen tiempo...", enumera Elda.
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