“Incluso en el siglo XXI persiste un serio problema de que se sigue educando a los varones bajo una perspectiva machista, y las mujeres tienen que afrontar muchos retos a futuro para lograr la verdadera igualdad”.

Ramírez desarrolla con el apoyo del programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, el proyecto coreográfico Punto de partida, en el que aborda la situación de una mujer de 30 años que vive diariamente la discriminación y el maltrato dentro de una sociedad que se vanagloria de transitar por la modernidad.

“Es una obra dancística que intenta sensibilizar a niños, adolescentes y adultos sobre la importancia del respeto a la mujer y de transformar ciertos prejuicios muy arraigados para mirar al género femenino desde una perspectiva de igualdad”.

La coreógrafa confesó no estar de acuerdo con las visiones simplistas que ubican el problema únicamente a partir del machismo. “Esta palabra esconde en realidad un grave problema de educación a nivel generacional. Para este trabajo tomé como base los comentarios de vecinas y amigas que sufrían maltrato a nivel físico y psicológico”.

En este contexto, Ramírez afirmó que persiste en la cultura mexicana ciertos vicios educativos que de forma sutil cuelgan a la mujer una etiqueta de inferioridad y de ser alguien creada sólo para servir y satisfacer.

“En muchas familias el padre y los hermanos se sientan a la mesa para ser servidos por las mujeres, como si fuese un rol forzoso. Lo grave es que esa educación se transmite de generación en generación y termina por ser socialmente aceptada”.

La bailarina opina que en esta cultura de maltrato de género podría incluirse también la tendencia de los medios: promocionar el cuerpo de la mujer como un objeto, patrón que se observa en revistas y anuncios comerciales en el que aparecen decenas de actrices y modelos semidesnudas.

“Habría que preguntarse también porqué en ese afán de competencia social muchas mujeres contribuyen a que se explote su imagen de esa forma”.

Alejandra Ramírez es originaria de Puebla, donde estudió la licenciatura en danza en la Universidad de las Américas. Llegó al Distrito Federal hace cuatro años y es fundadora de la compañía Bruja Danza con la que actualmente participa en el Proyecto Legaria, que tiene como propósito la promoción de la danza a través de un espacio interactivo dirigido por Raúl Parrau.

“Creo que las artes escénicas son un medio muy directo para abordar temáticas sociales muy difíciles y para plantear algunas soluciones. La cultura y las expresiones artísticas son actualmente la mejor herramienta para crear cambios muy profundos a nivel social”.